En los últimos años han surgido numerosas investigaciones que han mostrado los efectos beneficiosos de la actividad física para la salud (Biddle, Fox y Boutcher, 2003). Sin embargo, lejos de creer que la actividad física tan sólo prevenía trastornos físicos (Haskell et al., 2007), la literatura científica argumenta que también previene trastornos mentales [e.g., depresión y reducción del estrés (Dunn et al., 2001) o ansiedad (Paluska y Schwenk, 2000)].

Además, entidades de relevancia mundial tales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM) o la Asociación Americana del Corazón (AHA), relacionan positivamente la actividad física con la salud general y consideran a la actividad física como algo esencial e indispensable para preservar la salud. Sin embargo, dentro del gran avance que se ha encontrado en las últimas dos décadas, tenemos conocimiento parcial acerca de los procesos cognitivos de alto nivel con substanciales al rendimiento cognitivo.
En este sentido y relevante en este post, en los estudios que revisan de forma meta-analítica este importante tema de investigación, los resultados sugieren que el ejercicio físico puntual mejora el funcionamiento ejecutivo en niños, preadolescentes y adolescentes (Verburgh et al., 2013). Aunque son bien conocidas las investigaciones que han señalado los efectos positivos del ejercicio físico puntual sobre el funcionamiento cognitivo (ver revisión de Lambourne y Tomporowski, 2010), destacando a la intensidad del ejercicio como un moderador crucial, siempre y cuando se utilizó un protocolo de ejercicio a intensidad moderada (entre el 40% y el 60% del VO2máx o de la frecuencia cardiaca máxima) con una duración de entre 20 y 60 minutos.

De forma general, la literatura ha sugerido que el ejercicio físico aumenta el nivel de activación, probablemente debido al aumento de las concentraciones cerebrales de los neurotransmisores de dopamina y norepinefrina hasta un punto determinado (Brisswalter et al., 2002). La existencia de estos beneficios ha sido apoyada por estudios que muestran cambios positivos en los individuos a partir de los primeros 15-20’ de tarea (ver revisión Chang et al., 2012). Normalmente, estos beneficios causados por el ejercicio físico puntual producen diferentes cambios fisiológicos (p.ej., temperatura corporal, frecuencia cardiaca, lactato en sangre, concentración de catecolaminas en plasma) a nivel central y periférico (Chmura et al., 1998), que a su vez incrementan el arousal inducido (estado general de activación) que desempeña un papel fundamental para mantener un nivel óptimo durante diferentes tareas comportamentales que van desde tareas de tiempo de reacción simple, tiempo reacción-elección o tareas de memoria entre otros (Véase Lambourne y Tomporowski, 2010). En definitiva, las revisiones cualitativas y meta-análisis dentro del tema de investigación sugieren la existencia de una relación positiva entre ejercicio físico puntual y el rendimiento cognitivo.
Desde el equipo de FirstGym, queremos recomendar la lectura del siguiente artículo científico para profundizar en esta temática:
Referencias bibliográficas
Biddle, S. J., Gorely, T., Marshall, S. J., Murdey, I, y Cameron, N. (2003). Physical activity and sedentary behaviours in youth: issues and controversies. The Journal of the Royal Society for the Promotion of Health, 124 (1), 29-33.
Brisswalter, J., Collardeau, M., & Arcelin, R. (2002). Effects of acute physical exercise characteristics on cognitive performance. Sports Medicine, 32(9), 555-566.
Chang, Y.K., Labban, J.D., Gapin, J.I., & Etnier J.L. (2012). The effects of acute exercise on cognitive performance: A meta-analysis. Brain Research, 1453, 87-101.
Chmura, J., Krysztofiak, H., Ziemba, A.W. (1998). Psychomotor performance during prolonged exercise above and below the blood lactate threshold. European Journal of Applied Physiology, 77, 77-80
Dunn, M.E., Burbine, T., Bowers, C.A., Tantleff-Dunn, S. (2001). Moderators of stress in parents of children with autism. Community Mental Health Journal, 37(1):39-52.
Haskell, W.L., Lee, I.M., Pate, R.R., Powell, K.E., Blair, S.N., Franklin, B.A., Macera, C.A., Health, G.W., Thompson, P.D., & Bauman, A. (2007). Physical activity and public health: updated recommendation for adults from the American College of Sports Medicine and the American Heart Association. Circulation, 116: 1081-93.
Lambourne K., & Tomporowski PD. (2010). The effect of acute exercise on cognitive task performance: a meta-regression analysis. Brain Research Reviews, 1341, 12–24.
Paluska, S.A., & Schwenk, T.L. (2000). Physical activity and mental health: current concepts. Sports Medicine, 29(3):167-80.
Tomporowski, P. D., Lambourne, K., & Okumura, M. S. (2011). Physical activity interventions and children’s mental function: an introduction and overview. Preventive Medicine, 52 Suppl 1, S3-9.
Verburgh, L., Könings, M., Scherder, E.J., & Oosterlaan, J. (2013).Physical exercise and executive functions in preadolescent children, adolescents and young adults: a meta-analysis. British Journal of Sports Medicine, 48 (12): 973-9.
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